Reflexiones del autor
Soy Francisco Jiménez. Frecuentemente, me preguntan de dónde me vienen las ideas para mis cuentos, y por qué escribo. Los relatos en “Cajas de cartón”, así como otros cuentos que he escrito, son autobiográficos. Están basados en mis experiencias de niño, creado en una familia de campesinos migratorios mexicanos.
Cuando empecé en la escuela no sabía ni una palabra en inglés. Únicamente sabía español. El hecho es que me suspendieron el primer año de escuela porque no sabía inglés bastante bien. No tenía confianza en inglés hasta que conocí al señor Lema, un maestro excelente del sexto grado a quien describo en el cuento que lleva el título del libro, “Cajas de cartón”. Me matriculé en su clase después de haber faltado a la escuela los primeros dos meses porque tenía que ayudarles a mis padres a trabajar en el campo, pizcando uvas y algodón. Me encontraba muy atrasado en mis estudios, pero gracias al señor Lema logré avanzar bastante bien. Y a pesar de que yo no hablaba bien el inglés, y el señor Lema no hablaba español, nos pudimos comunicar. Él valoraba mi cultura mexicana y lengua nativa mientras me enseñaba inglés y nunca me hizo sentir mal o inferior a causa de mis estresas débiles en el idioma.
La señorita Bell, mi maestra de inglés en la escuela secundaria, también tuvo mucha influencia en mí. Ella me enseño apreciar la literatura y el arte de escribir. Regularmente nos daba la tarea de escribir relatos sobre experiencias personales y aunque yo tenía dificultades expresándome en inglés, me agradaba escribir sobre mis experiencias de niño campesino. En una de mis composiciones ella comentó que mis relatos sean conmovedores y que yo tenía talento como escritor. La maestra entonces me pidió que leyera “The Grapes of Wrath”. A pesar de que la novela era difícil para mí, no dejé de leerla. Fue la primera obra literaria con la cuál me pude relatar. Cuanto más la leía tanto más apreciaba el valor y el poder del idioma para conmover el corazón y impresionar la inteligencia.
Para escribir estos cuentos confié mucho en mis recuerdos cuando era niño, pero también hizo muchas investigaciones. Entrevisté a mi mamá, a Roberto, mi hermano mayor y a otros parientes. Busqué fotografías y examiné documentos de mi familia y escuché música mexicana, especialmente corridos, que había oído de niño. Además fue a lugares, en el Valle de San Joaquín, donde habíamos vivido en campamentos para trabajadores migratorios, Bakersfield, Fowler, Selma, Corcorán, Five Points. Visité los museos en esos pueblos y leí periódicos de esa época. Desafortunadamente, no encontré información o documentación en esas fuentes sobre trabajadores migratorios campesinos. Me decepcioné, pero quedé aún más convencido de que tenía que escribir este libro.
Mientras recogía material empecé a recordar otras experiencias que había olvidado con el paso del tiempo. Reflexioné sobre esas experiencias de mi infancia e hizo una serie de descubrimientos acerca de mi relación con mi familia, mi comunidad, nuestra sociedad. Logré un sentido mucho más profundo sobre mi propósito en la vida, como maestro y escritor al servicio de la justicia social. Mi reto mayor fue relatar mis experiencias infantiles del punto de vista del niño y hacerles accesibles a ambos niños y adultos. Quería que los lectores escucharan la voz del niño, que vieran a través de sus ojos y que sintieran a través de su corazón.
¿Por qué escribí estos cuentos? Los escribí para relatar parte de la historia de mi familia, pero aún más importante, para documentar las experiencias de un sector importantísimo de nuestra sociedad que ha sido ignorado. A través de mis cuentos espero que los lectores se formen una idea mejor de las vidas de padres migratorios campesinos y sus hijos. Gracias a su duro trabajo pizcando fruta y legumbres podemos gozar de nuestra comunidad. Su valor y esfuerzo, en medio de la adversidad, para lograr una vida mejor para sus hijos, los hijos de sus hijos, han sido para mí una constante fuente de inspiración.