El Paisano y el Coyote



(¡Ojo! en México, "paisano" se refiere al pajaro comunmente
nombrado "correcaminos" - "Roadrunner" en inglés)

El coyote en las fábulas de los rancheros se gana siempre la palma, pero no cuando se encuentra con el paisano.

Estos dos animales vivían en el mismo territorio. El pájaro seguía su caminito sin molestar a nadie, buscando víboras de cascabel con que pelear. El coyote, por mientras, tenía sólo un deseo en la vida, capturar el paisano y comérselo.

El punto importante para él no era llenar el estómago, porque ¿qué podía haber de carne abajo de estas cuantas plumas? De hecho, se trataba de probar que el coyote era más listo y más astuto que el paisano. Este pájaro tenía fama de ser tan vivo que no se lo podía pescar. Aún se decía que todos los paisanos alcanzaban a morir de muerte natural. Pues, este paisano (el coyote quedaba convencido de ello) iba a resultar capturado y comido.

Una tarde en que el pájaro estaba apoyado en una pared, medio dormido, el coyote le cayó encima de repente. "¡Ah, ah!" gritó el animal, "Ya te tengo. ¡No hay escape!"

"¡No me toques!" contestó el paisano, "Resultaría fatal para los dos. No ves que estoy deteniendo esta pared. Nos caería encima. ¡Mira! Deténla tú, un momento. Por mientras iré a buscar una buena comida para los dos."

El coyote se apoyó en la pared mientras que el paisano con unos cuantos "beep, beep, beep" se huyó.

Semanas después, el pájaro fue sorprendido otra vez. Estaba tomando su siesta abajo de un mesquite. Encima de él había una bolsa colgada con un cordón que llegaba hasta el suelo.

El coyote dio un brinco y le puso las dos patas de adelante encima. "¡Ah, ah! Ya te tengo otra vez" le dijo. "Me acuerdo muy bien que la vez pasada me echaste una mentirota."

"¡Espérate tantito!" contestó el pájaro. "Allá arriba tengo una bolsa llena de pollos. A mí siempre me puedes pescar otro día . . . pero pollos gordos. . . nunca tendrás otra oportunidad como ésta."

"¡Bueno, a los pollos entonces!"
"¿Los quieres uno por uno o todos a la vez?"
"Todos a la vez, por supuesto."

El paisano entonces estiró el cordón y todo un montón de piedras cayó encima del coyote, dejándolo casi totalmente cubierto.

El pájaro se escapó una vez más.

Fueron meses los que pasaron antes que se encontraran de nuevo. Era de noche; el pájaro estaba tomando agua al lado de una laguna. La luna brillaba tanto que el coyote lo pudo ver desde una loma cercana. Se bajó corriendo y una vez más se echó encima de su víctima.

"Antes que abras la boca," amonestó él, para contarme otra mentira, "déjame decirte que ya nunca me voy a creer de lo que me digas:"

El paisano contestó, "Pues, esta vez, tú mismo vas a ver que no es mentira. Mira aquel queso amarillo que está flotando a algunas yardas de nosotros. Te sería tan fácil ir a traerlo. Yo sé que tienes hambre y un rico queso sería mucho más sabroso que un pájaro flaco como yo."

El coyote quedó convencido. Ya estaba saboreando de antemano el queso.

"¡Mira!" añadió el paisano, "aquí tengo una cuerda. Póntela alrededor del pescuezo y si acaso el queso resulta muy pesado, te ayudaré a traerlo."

Se creyó. Con la cuerda puesta, empezó a nadar hacia la luna. Amarrada a la punta de la cuerda, había una piedra grande que se estaba hundiendo poco a poco en el lodo en el fondo de la laguna.

El paisano, como todos los otros antes de él, alcanzó a morir de muerte natural.