No todas las historias que cuentan por aquí tratan de personas - hay muchos cuentos que son de animales. Nuestros antepasados tenían un respeto muy particular para el coyote. Cada vez que un coyote aparece en una de estas fábulas, sale más listo que los demás animales, más listo que la misma gente.
Ojalá les guste este cuento de la víbora ingrata. Lo he oído muchas veces en los ranchos y en los pueblitos.
Se dice que una vez una piedra rodó encima de una víbora de cascabel. Se iba a morir allá mismo, cuando llegó a pasar un ranchero que se llamaba Pancho. Ese Pancho era de los que tienen el corazón en la mano. Tuvo piedad de la víbora, y levantó la piedra para soltarla. La serpiente ya libre, en lugar de seguir su camino, se alistó para darle una mordida al hombre.
"¡Un momentito!" gritó Pancho, "¿Qué quieres hacer, ingrata? Te acabo de salvar la vida, y ¿cómo me quieres pagar? ¿Matándome?" "Tienes mucho que aprender todavía" contestó la serpiente. "¿No sabes que en la vida debes de hacerle mal al que te hace bien?" "Ésta es pura mentira" protestó el ranchero. "Mira, vamos a preguntar a tres testigos lo que piensan sobre esto. Y si los tres están de acuerdo contigo, dejaré que me muerdas." "¡Entendido! Pero verás que estás demorando las cosas para nada..."
El primer animal que pasó por allí fue un burro. Pues él estaba de acuerdo con la víbora siendo que había recibido de recompensa por sus trabajos - nada más maldiciones y golpes en el espinazo.
Pasó una gallina. También opinó lo mismo, diciendo que el día que dejaría de poner huevos, acabaría en la olla.
En ese momento un coyote sacó la cabeza de entre las ramas. Le preguntaron a él también si creía que era justo que la víbora matara al hombre que la acababa de salvar la vida.
Ya el ranchero temblaba - su misma vida dependía de lo que iba a decir el coyote.
Después de pensarlo un poco el coyote contestó: "Veo lo importante de mi decisión. Y por eso, insisto en ver todo tal cual como estaba."
La víbora reconoció que esto era muy justo. Dejó ella que rodaran la misma piedra encima de ella, tal como estaba antes que llegara Pancho.
Cuando el coyote vio que la víbora ya no podía hacer ningún daño, dijo: "¡Vámonos, amigo! Ya ves, todo está arreglado. ¡Ni siquiera tenemos que discutir el problema ya!"