Caupolicán (Rubén Darío)
A Enrique Hernández Miyares.
Con un tono admirativo y épico, Rubén Darío canta al gran caudillo araucano.
Es algo formidable que vio la vieja raza;
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
«¡El Toqui, el Toqui!», clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «¡Basta!»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
Rubén Darío (1867-1916)
El poeta nació en Nicaragua en 1867, y empezó a escribir versos de su bastante entraña que en Centro América se lo conoció como "El Niño Poeta". Siempre fue poeta, y desde joven se ganó la vida como periodista. Viajó por Chile, Argentina, España y Estados Unidos. En Chile publicó "Azul", una colección de prosa y poesía, cuando apenas tenía veintiún años. En Buenos Aires publicó "Prosas Profanas", que marcó el punto culminante del modernismo, un movimiento que surgió en contraposición a la tradición poética española. Los intelectuales españoles de la llamada "Generación de noventa y ocho" lo aclamaron. Fue en España donde trabajó como corresponsal del diario argentino "La Nación" que publicó su obra cumbre "Canto de vida y esperanza". Además de la belleza lírica y la pulida técnica característica de los versos de Darío, los cantos reflejan un nuevo rugido por la tierra propia que cobra matices sociales y políticos.