Impresiones y paisajes
Federico García Lorca (1898-1936) es el más conocido y popular de los autores de la generación del 27. Poeta y dramaturgo de enorme relieve, inició su andadura literaria con un libro de viajes en prosa, Impresiones y paisajes (1918).
En él se encuentran ya algunos de los espacios mágicos a que transportarán al lector su lírica y su teatro; tampoco faltan los inquietantes símbolos del sueño y de la muerte, que obsesivamente se repiten en su obra posterior.
Lorca opera una transmutación poética de Andalucía, a la que convierte en un país onírico. Sabe sacar a la luz los aspectos más trágicos —rayanos en el horror— de la imaginación popular, hondamente pagana bajo su brillante vestidura católica.
A Impresiones y paisajes pertenecen Canéfora de pesadilla y Albaicín, dos estampas granadinas en que Lorca subraya lo fantástico de la ciudad misma y de sus habitantes, convertidos en siniestros personajes mitológicos. Santa Lucía y San Lázaro, brillante ejemplo de la prosa de su generación, evoca la ingenua fantasía de la hagiografía popular a la vez que descompone la realidad en un delirio de greguerías y de metáforas.
La dedicación del libro dice:
A la venerada memoria de mi viejo maestro de música, que pasaba sus sarmentosas manos, que tanto habían pulsado pianos y escrito ritmos sobre el aire, por sus cabellos de plata crepuscular, con aire de galán enamorado y que sufría sus antiguas pasiones al conjuro de una sonata Beethoveniana. ¡Era un santo!
Con toda la piedad de mi devoción.
Federico García Lorca (1918)