En un jardín de Nueva Delhi
las flores y las hojas ordenan el espacio
en un liviano acuario
de colmenas donde tiembla el color.
Vienen las siete hermanas a comer las migajas
entre ardillas sedosas y franjas de perfumes,
aquí donde vivir tiene algo de armisticio o interregno,
un arte de palabras para llevar a la extinción de la palabra
y saber que no hay arte sino sueño.
Me inclino para echar otra migaja a los gorriones
(hablábamos del tiempo, de presagios y espejos)
y viene ya el café, la pipa de la sobremesa.
Perfecto es el instante en esta sombra verde y todo,
en lo más hondo, huele a muerte.
Pienso en Régis Debray.